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martes, 13 de diciembre de 2011

desvaríos

El tabaco no deja de subir.
Los idiotas no paramos de fumar.
Ha dejado de llover, pero estamos empapados, no sé decir exactamente el por qué, y menos aún cuál es esa sustancia acuosa que me enfría los huesos.
Es una suerte que mi alma haya aprendido a nadar.
Maldito aire frío, me haces ser profundamente superficial. Recuerdas que tengo el pelo corto y te burlas de mí meciéndolo con fingido cariño, suavemente, en un compás que, curiosamente, siempre tiene ritmo.
Qué quieres, me gusta cambiar. Sé que hay niños muriéndose del hambre, pereciendo de tristeza y me preocupo de que mi cabello no me alcanza ni los hombros.
Estoy empapada, impregnada de esa cosa sin nombre porque, pese a haber sido descubierta hace muchos años, todos pretenden hacer que no existe.
Ojalá pudiera secarme con una toalla y salvar el mundo.

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